domingo, 2 de septiembre de 2012

Capitulo 1°: La rueda da el giro completo

El día se levanta soleado, las nubes altas y blancas no alcanzan a oponerse al poderoso sol que todo iluminaba. El hervidor suena fuertemente, anunciando el fin de su función, al instante, la taza de café negro y espeso humea sobre la mesa y se acompaña de un sandwish de queso; un desayuno tranquilo como todos los días eran hace ya mucho tiempo. El reloj marca las diez y después de una ducha emprende su fijo camino, la ciudad no cambiaba nunca, los muertos edificios están siempre iguales, la gente pasa rápida, todos apurados, nadie observa como la vida se les escapaba de las manos, nadie entiende la fragilidad de los momentos, eso o simplemente todos se dan cuenta y prefieren ignorarlo, así podrían creer que nunca les pasará nada, que toda la rutina podría tener un sentido. Tal vez el vivir sin observar les da paz y seguridad, vivir en una mentira es más tranquilo. Pero para ella nada de eso tenía sentido, varios meses habían ya pasado desde que las cosas se calmaron en su vida, todos los extraños seres con los que había estado compartiendo desaparecieron de alguna manera; pero nada ha vuelto a la normalidad, si es que la normalidad realmente existe, ella había cambiado de manera irrevocable, sus ojos desde ese entonces no pueden mirar sin observar, sus ojos sólo pueden buscar la verdad, lo profundo y lo real.
Llegó a la hora justa para comenzar sus clases de canto, su suave voz se desliza por las paredes del auditorio, maravillando a todos los testigos del espectáculo. Desde hace unas semanas sus conciertos son abiertos, por sugerencia de su profesor -Tu bella voz maravilla a todos, dales un poco de tu talento y antes de que termines aquí ya tendrás una carrera formada y personalidad artística.- No es que las ansias por ser una estrella sean abrumadoras en ella, pero sabe que es lo que debe hacer. Terminó el ensayo con una ovación como si fuese un concierto el que concluía, salió mirando a los observadores, dirigiéndoles como siempre una sincera y tranquila sonrisa.
Ya fuera del conservatorio, una mirada al cielo dicta la sentencia y su estomago la cobra, camina tranquila por las calles mientras un joven corre hacía ella.

-Disculpa.- dijo el agitado hombre
-Sí, dime.-
-Toma.- dijo mientras le entregó una caja blanca sellada
-¿y esto?.- pero antes de ser escuchada, el joven ya había emprendido su camino corriendo de la misma forma en que había llegado

Su mente ya no pasa desapercibido las cosas y sabe que este extraño suceso tiene mucha relevancia, a pesar de eso, mantiene la caja cerrada y continúa con su camino; después de una larga caminata llega a un bello y pequeño restaurante, dónde es cariñosamente recibida por un hombre robusto y calvo. Con una fuerte pero tranquilizante voz saluda a la joven mientras le indica una mesa.

-Hoy tenemos un menú muy especial mi niña.-
-Gracias, don Horacio.- respondió junto a una sonrisa
-Además está pensado en una artista como usted, ya sabe que debe cuidar su figura, pero siempre manteniendo las energías.- luego de una carcajada, muy típica de él, se retiró hacia la cocina

Siempre ocupa la misma mesa al lado de una ventana que le entrega una vista hacía la calle, tranquilizante terapia ver pasar a la gente y pensar en los misterios que todos guardan en sus vidas, misterios que tal vez ni ellos aún descubren. Su mente divaga un largo momento hasta que su meditación es nuevamente interrumpida por el hombre robusto que esta vez aparece con gran plato de comida.

-Aquí tiene, mi querida artista, vuelvo a mis funciones que hoy es un día muy ocupado, tal vez en otra ocasión podamos hablar nuevamente, disfruta tu comida.-
-Gracias, nos vemos don Horacio.- con la misma sonrisa se aleja el hombre pero antes de dar más de tres pasos una bella mujer pone una mano en su hombro.
-¿Puedo comer lo mismo que ella?.-
-Claro que si, bella dama, se lo traigo en seguida.- La mujer se sentó frente a Tamara, quien al observar este familiar rostro palideció de una forma brutal, tanto así que parecía que se desmayaría.
-Tanto tiempo, querida.- Dijo Marie
-Pensé que los fantasmas no volverían más.-
-Todos lo pensamos, pero ya ves que no es así.-
-Supongo que no vienes a disfrutar de un buen almuerzo.-
-Claro que vine a eso, si no, no habría llegado a esta hora.-
-Dime que quieres.-
- Los dos volvieron.-
-¿Quienes?.-
-El dueño y el ladrón.-
-¿y qué se supone que debo hacer yo?.-
-No lo sé, pero es claro que pronto se aparecerán en tu camino.-
-no seas mal augurio por favor.-
-Soy la cruda realidad querida.-