lunes, 18 de marzo de 2013
caminata marina
Que triste emoción sentía en aquel momento, nada me daba la más mínima señal de lo que ocurriría; recuerdo aquella bella mañana, un día espectacularmente soleado, la brisa marina en mi cara, sentía una alegría plena, me encantaba esa visión de la ciudad al borde del mar, mirar como los barcos de la mañana regresaban a la costa y los otros salían mar a dentro; ese bello cuadro matutino armonizaba mi caminata diaria por la blanca arena de la costa hasta el muelle, llegue como tantas veces a la caleta, entre los chillidos de las malditas gaviotas, esas ratas con alas que están siempre molestando. Saludé como siempre con un simple movimiento de manos a los pescadores, camine entre ellos a ver que habían sacado del mar y me quedé anonadado con un bello ejemplar de atún, debía pesar como mínimo unos 30 kilos, era una belleza y una perdición, tanto tiempo me quedé ahí sin mover una pinza que una maldita gaviota aprovechó la perfecta ocasión para engullirme y así fue como todo acabó.
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