sábado, 4 de octubre de 2014

Trastorno

Los edificios se derriten ante mi mirada,
como el hielo cuando es contemplado por las llamas,
la ciudad completa se desmorona a mis pies
se arrodilla ante el dolor,
ante la desesperación.

Cae entonces la voz lúcida,
el sabio es el último en morir,
muere en la locura, en palabras sin sentido,
muere lento y sin dolor,
apagado como una vela consumida.

Se retuercen los colores en espiral,
mientras camino como un ciego sin bastón,
ebrio de pensamientos y emociones,
de llantos y alegrías pasadas,
contemplando sin comprender
el nacimiento del mundo,
el significado de la vida.

Recuerdos impropios de pasados que no fueron,
visiones de un futuro incierto e improbable,
legiones de ángeles luchan contra ellos mismos
intentado ser apaciguados por cálidas voces demoníacas.

Y mientras todo esto ocurre,
sólo el cuervo permanece impasible
tranquilo y vigilante sobre mi cabeza,
negro como la noche de las noches,
con la sabiduría de los sueños y pesadillas,
guiando mis pasos de nuevo a la cordura,
al mundo que desprecié,
al mundo que quise abandonar y que me obliga a volver.

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