lunes, 5 de noviembre de 2018

La Cacería

El manto oscuro caía sobre mi cansancio
y mis pasos apresurados aún no lograban llegar a destino,
corría suplicando ayuda a través del bosque de la indiferencia,
visto por millones de ojos que no observan,
rechazado para ser objeto de cualquier mano amiga,
no era más que una macabra entretención para maniquíes vivos.


Me perseguía el miedo y cada segundo, cada paso
nos acercaba más que alejarnos
veía sus ojos de alquitrán sin voltear la cabeza
y su hambre la sentía gimiendo en mi oído.


Caía la desesperación por mis mejillas
mientras en silencio gritaba por el socorro divino,
pero mis palabras mudas ni el viento las quería mover
y morían antes de nacer junto con un trozo de mi tiempo,
el sudor recorría mi cuerpo recordando que aún estaba vivo,
vivo y muriendo rápidamente junto al tiempo y la cordura.


Una bestia sin igual, gigante, feroz y sin compasión,
alimentada por el odio, el miedo y los temores de la humanidad,
me seguía a mí, elegido de entre todos,
para ser su alimento y nutrir la desesperación.


Un sólo toque, un contacto que no sea onírico,
sólo eso bastaría para que todo termine.
Pensamientos que jamás podrán ser acciones,
una maravillosa y cruel metamorfosis,
un humano que se transforma en un objeto vivo,
un vaso de agua lleno que no se puede derramar.


Perfecta creación de las pesadillas del infierno,
jugando como un gato con un animal pequeño
cuyo destino ya se encuentra sellado y aprobado por Dios,
se eleva majestuoso, asesino y grita un sonido que jamás el cielo ha oído.


Me planté en el lugar dónde el tiempo me dejó,
el destino recayó sobre mi cabeza al igual que el negro manto,
una epifanía siniestra, con un desenlace único y sellado,
un grito, un sonido jamás reproducible abrió la puerta de la verdad.
Ya mi vida estaba en su poder, desde que sus ojos se posaron en mí,
esto era un juego siniestro, el juego de las depravaciones del hombre.


Giré para aceptar mi fatal destino,
mirando a los ojos a la destrucción materializada,
los espectadores no veían más que un loco,
Un esquizofrénico que desapareció ante sus ojos.


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