Viajábamos en dirección a la
Antártida, es un viaje que se hace en avión normalmente, sin embargo, y a pesar
de lo peligroso lo estábamos realizando en barco. Nuestro medio de transporte
era relativamente pequeño, reforzado para aguantar el oleaje y la temperatura
extrema, estaba hecho para esta expedición, al igual que nosotros, nacimos para
esto, aunque supongo que eso no era un tranquilizante a nuestros nervios. Al
principio reíamos y bromeábamos, pero todo el ambiente de alegría había
desaparecido a medida que nos fuimos alejando de la costa de Tierra del fuego,
nuestro clandestino centro de operaciones se encontraba en la zona más austral
de Chile, un lugar inhóspito al que sólo unos enfermos de la cabeza se les
ocurriría colonizar.
La noche era tan fría como se podía
esperar, las nubes cubrían parte del cielo y la luna iluminaba nuestro camino,
una luna llena gigante que parecía ser nuestra aliada. En el horizonte helado
podíamos ver nuestro destino, una columna gigante y oscura, al principio un
punto negro que destacaba en el mar azul oscuro, un punto que iba creciendo
desde el mar, a cada momento y en medio de la nada, como una flor en el
desierto.
El vaivén del barco se sincronizaba
con mi corazón, el aire salado invadía mi boca y el frío congelaba mis huesos a
pesar de la ropa térmica, sentía temor por lo que venía, sentía temor por la
vida de todos.
En un par de horas, la pequeña
columna era una inmensa torre, de unos 100 metros, oscura como la noche sin
estrellas e igual de desesperante, la luna en el cielo hacía brillar el mar y
el hielo al rededor de la torre.
No podíamos entrar por la puerta
principal si es que tenía alguna, no eramos precisamente bienvenidos, pero
gracias a los planos obtenidos por la anterior expedición sabíamos de un punto
débil, un lugar por el que podríamos invadir este místico y maldito lugar. La
misión era compleja, debíamos rescatar un objeto de un inmenso poder, capaz de
hacernos viajar en el tiempo se supone, no podía quedar en manos de estos
entes.
Los agrath eran algo así como
demonios, unos seres deformes malditos con un poder bestial y una inteligencia
tremenda, pero como hemos descubierto hasta el día de hoy, no infalible. En eso
nos basamos para incurrir en sus dominios.
La gente estaba agitada, nerviosa,
nuestro grupo era de 8 personas, siempre los grupos que hacen algo en contra de
los agarth deben ser de 8, por algún motivo este número genera cierto grado de
victoria en contra de estos seres o al menos, eso creímos haber entendido de
los textos antiguos encontrados en las ruinas de México. Muchas generaciones
han debido pasar para descubrir aspectos importantes de estos seres, muchos han
muerto y otros nadie sabe que les pasó, tal vez, un destino peor que la muerte
y aquí íbamos nosotros a enfrentarlos. El mágico artefacto que estábamos por
robar no había sido siempre de los agarth, según los textos antiguos es parte
de un grupo de artefactos trans-dimensionales que se materializan cada cierta
cantidad de años y que estos malditos seres sabían como, cuando y dónde iba a
aparecer por lo tanto lo obtuvieron. Ahora dependía de nosotros recuperarlo
antes que termine la luna llena o podrán usarlo y la raza humana desaparecer en
el olvido.
La barca se aceró hasta unos 2
metros de la gran torre, dentro de las debilidades descubiertas de los agarth
es que no son capaces de sentir la presencia de otros seres que no sean de su
raza, es por eso tal vez que los aborrecen tanto, al parecer solo al estar en
frente de alguien más pueden notarlo, son extraños, aún hay muchas cosas
imprecisas respecto a ellos, mucho que no se sabe y muchas mentiras en los
textos antiguos.
El diámetro de la maldita
estructura debía ser de unos 50 metros y la debilidad se encontraba según
sabíamos en el suroeste, por algún lugar del suroeste perfecto de la brújula.
Subimos algo así de 3 metros por la estructura rocosa y fría y comenzamos la búsqueda
del supuesto lugar, golpeando con martillos las paredes, el sonido no era
problema gracias a las olas. El frío y el miedo iba calando en nuestros
corazones y parecía que no íbamos a encontrar nunca la entrada, nuestras
esperanzas estaban a punto de desaparecer, la desesperación estaba llegando al
punto máximo de dolor mental y parecía que nuestros antecesores habían cometido
algún error. Mi mente se perdía, trataba de recordar algo positivo, algo que me
mantenga vivo sin lanzarme al agua fría. Entre las nubes de desesperación,
miedo y enfermedad aparecieron los ojos de ella, ojos cálidos, una mirada que
hacía que cualquier dolor valiera la pena, una mirada que no quería que
desaparezca en manos de estos demonios; recobré fuerzas y continué con más energía,
nuevas energías. Así estuve una medía hora, agarrado de los bordes rectos de la
edificación hasta que de pronto cedió un pequeño trozo, sentí alivio y más
miedo que nunca, sabía que ahora todo comenzaría realmente.
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