En la oscuridad no tan obscura,
los murciélago cantan cómo un enfermo coro de ángeles,
nota tras nota, marcan mis pasos por el barro,
mientras sus ojos ciegos mantienen de pié la noche.
Avanzando por inercia,
con el frío recorriendo mi espalda,
tropiezo con la soledad en mi camino,
y hablamos de la muerte y de la noche.
Entonces, cuando ya creía que mi penumbra estaba completa,
logré ver tu silueta entre la gris neblina de cantos enfermos,
no pude distinguir tus sueños ni tu sonrisa,
no veía nada, sólo otro ser que caminaba.
Observaba tu andar y me preguntaba,
¿dónde habrás dejado tu alma?
tus ojos oscurecen aún más la noche,
entristeces incuso el canto de los ángeles caídos
Me acerqué; aún recuerdo el sudor en mi frente,
llovía en mi cuerpo las gotas del dolor
al ver tu rostro familiar y destruido,
te vi, mi pecado aún estaba con vida.
Mi rostro triste y desfigurado aún se preguntaba,
por qué estabas aún en pié
recuerdo cuando el cuchillo penetró por tu pecho,
el grito de dolor sigue haciendo eco en las nubes.
Recuerdo a los ángeles cantando más fuerte,
pregunté a los dioses por que mi pecado me perseguía,
las lágrimas caían sin yo prestarles atención
y cada palabra de mi boca se convertía en un nuevo ángel negro.
Todos cantaban menos yo,
reían de la miseria al ver mi imperfecto crimen,
no soy asesino ni salvador de la humanidad,
la noche se desvanece de pero el día no llegó.
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