Goteaba la sangre
y mis ojos se abrían cada vez más.
Las gotas se deslizaban por tu brazo hasta caer desde la punta de tus dedos;
un macabro espectáculo tal vez,
tal vez, eso era lo que todos esperaban.
La gente sentía más placer que horror
y mis ojos se abrían cada vez más.
Incluso un aplauso hacía eco en la oscuridad;
creo que el mundo está más enfermo,
enfermo como yo,
enfermo como tú.
Cantan las campanas la canción de la muerte
a las doce en punto,
a las tres y cuarto,
cantan la muerte siempre,
por siempre,
hasta que por fin deja de caer la sangre,
y mis ojos se cierran un poco,
¿es tranquilidad lo que veo en tu rostro?
¿es acaso el descanso de este macabro juego?
¿es acaso que tu ganaste y nosotros perdimos?
¿es acaso que preferías la muerte a la cárcel?
¿es acaso que tus crímenes nunca serán pagados por tu alma inmortal?
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